lunes, 18 de marzo de 2013

El corralito de la vergüenza.


Dice Claudi Pérez en El País que en España el corralito “no está, ni se le espera” y ojalá tenga razón.

La situación que vive Chipre estos días es una auténtica vergüenza. Hasta ayer  la palabra corralito nos sonaba más que nada, no nos vamos a engañar, a jerga Argentina. Pero mientras, en países como Grecia, los más previsores ya han ido sacando su dinero de los bancos con una caída de un 30% en  fondos de inversión. Y visto lo visto no se equivocaban.

Los chipriotas no solo han visto estos días como sus bancos cerraban las puertas e inutilizaban sus cajeros para evitar una fuga masiva de capital, sino que ya saben que van a perder parte de sus ahorros. Un 10% aquellos cuyos depósitos superen los 100.000 euros y entre un 2% y un 7% los ahorradores con menos de esta cantidad. El dato es inaudito porque deja sin valor alguno la norma de no tocar los depósitos inferiores a 100.000 euros y todos sabemos que una vez que se cruza la línea es difícil dar marcha atrás. La Unión Europea vuelve así a dejar al pequeño ahorrador con el culo al aire.

Ya hace unos cuantos años que la cantinela de que vivíamos por encima de nuestras posibilidades se ha instalado en todas partes. Aquellos que compraron una casa “por encima de sus posibilidades” han visto como el banco se la quedaba. Pero parece que el pequeño ahorrador, el currante de toda la vida que ha dejado de comprar, gastar y darse algún capricho para tener una “red de seguridad por si acaso” también ha ahorrado por encima de sus posibilidades, tan por encima de sus posibilidades que su gobierno va a robarle sus ahorros. Porque esto, señores, es un robo con mayúsculas le pongamos el nombre que le queramos poner.

Pero, a fin de cuentas, se trata solo de un paso más en un camino que comenzó hace ya unos años. Recortes, recortes y más recortes sociales, salarios, pensiones,  aumento constante de impuestos que asfixian a la clase media y un largo etcétera. El corralito chipriota no es más que una confirmación de que pertenecemos a una Europa inhumana, a un sistema capitalista que hace mucho tiempo que dejó de pensar en sus ciudadanos para centrarse únicamente en los números.

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