La imagen ya corría ayer por Twitter y hoy es portada de La Voz de Galicia. Los concejales y el alcalde de Ponteareas abandonando un pleno
del ayuntamiento por la ventana trasera. La razón: delante del Concello les
esperada una explosiva mezcla de estafados por las preferentes e indignados por
los recortes en educación.
No cabe duda de que España vive una situación económica mucho
más que preocupante, pero lo que ha puesto el país al borde del estallido
social es, sobre todo, la provocación
constante en la que vivimos. Esa sensación de que nos toman por tontos que se apodera
de muchos de nosotros cada vez que el gobierno abre la boca. Una buena amiga
utiliza mucho la expresión “Mean por nosotros y tenemos que decir que llueve”.
Pues eso.
Las mentiras y la corrupción son algo a lo que,
desgraciadamente, estamos acostumbrados gobierne quien gobierne, pero, desde mi
punto de vista, nunca se llevaron a cabo con la desfachatez e impunidad con la que
se hace actualmente. Hemos caído en el todo vale y la representación máxima es
un presidente que nunca da la cara y que cuando lo hace se esconde tras una
pantalla, en una sala diferente a los periodistas. Eso que hace unos años se
conocía como cobardía. Y la cobardía nunca es el camino al respeto.
Así que no es de extrañar que la gente que ha perdido su
dinero en preferentes se caliente ante la impasividad del gobierno, que los
padres que tienen que mandar a sus hijos con la comida al cole se unan para
protestar, que los estudiantes que no pueden pagar sus matrículas salgan a la
calle, que los funcionarios se movilicen ante la pérdida de derechos y poder
adquisitivo, que el personal sanitario que ve sufrir al paciente porque los
recursos no dan a más se indigne y que hasta los jueces se movilicen ante la
privatización de la justicia. De extrañar es que, con una cifra cercana a 6
millones de parados y el trabajo digno cada vez más ausente, el estallido
social no esté siendo peor. Aunque no defiendo forma alguna de violencia venga
del lado que venga no puedo dejar de comprender que más de uno pierda la
paciencia.
Hace unos meses el Rey animaba a recuperar el espíritu de la
transición y muchos políticos aplaudían la idea. Es irónico, porque nuestra
actual clase política está, en líneas generales, a años luz de aquella. Así que
yo les animo a que, para recuperar ese espíritu, comiencen por algo tan simple
como dar la cara y aprender a conjugar el verbo dimitir. Antes de que la
ventana para escapar de su pueblo esté demasiado alta.
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