No
sé a ustedes, pero a mí siempre me ha causado cierto resquemor la gente que
critica libros sin habérselos leído. Y de todos esos falsos críticos mis
preferidos son los eruditos, aquellos que no necesitan leerse ni siquiera la
contraportada de una novela para decidir si les gusta o no, su razonamiento es
sencillo: si vende mucho es basura, seguro. Para entendernos, en su época Lope
de Vega no se habría comido un colín entre este grupo porque su literatura era
superficial y de asuntos bajos, les habría encantado, por ejemplo, Góngora. Eso
si es literatura de calidad, me apostaría la mano a que la mitad de ellos
cuando leen “Salamandria de sol, vestido estrellas, latiendo el can del cielo
estaba” se quedan como estaban, sin entender absolutamente nada.
Y
es que la literatura es un arte, pero un arte cuya finalidad no es simplemente
estética (si lo son algunos movimientos literarios, fundamentalmente poéticos,
pero vamos a centrarnos en el drama y la novela). Para mi un buen libro debe
estar “bien escrito” pero también debe tener una temática que atraiga a lector
y sobre todo una trama que atrape. Un buen libro te engancha desde la primera
línea y te deja cierta nostalgia en la última. Un buen libro te lleva por sus
páginas sin darte cuenta. Si cuesta trabajo leerlo entonces quizá sea una gran
obra a nivel estético, pero, sin duda, le falta algo. Hablo, claro, de un
lector medio.
Quizá
la cuestión más difícil de establecer aquí es donde está la línea, cual es el
libro perfecto. Meter, por ejemplo, en el mismo saco El Código Da Vinci que El tiempo entre costuras,
me parece que solo puede tener una explicación, que no has leído ni uno, ni
otro. Incluso los elementos más radicales del grupo del que les hablo
consideran meros vendedores de best sellers a autores tan consagrados como
Gabriel García Márquez.
Algunos
de estos pseudo-críticos no sólo no leen lo que dicen no haber leído, tampoco
lo que dicen que si. El ejemplo por excelencia en nuestro país es El Quijote, el 99% de
los españoles pueden darle su opinión sobre este libro. Pero ¿Cuanta gente se
lo ha leído? Entero, de cabo a rabo. Y no mientan eh, que a veces incluso nos
mentimos a nosotros mismos.
Sin
duda alguna, cada uno es libre de leer lo que quiera, pero yo lo que les
recomiendo es que lean lo que les guste, pero lo que les guste de verdad. Lo
valoren los demás o no, venda muchos ejemplares o ninguno. Que no se cierren
puertas, que el libro más humilde puede sorprenderles. Y sobre todo que no
prejuzguen, que a veces, no siempre, cuando el río suena agua lleva. Y que tomar
a los demás por tontos está mal, muy mal.
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