Hace pocos
años los banqueros gozaban de un estatus social privilegiado, la gente les
respetaba. Nuestra entidad era la de “toda la vida”. Uno iba al banco a pedir
una hipoteca y todo eran “facilidades”, quien tenía unos ahorrillos recibía “magníficas”
condiciones para sus fondos y la cosa marchaba tranquilamente. Nadie se
preocupaba por cuanto cobraba el director de una entidad ni el operario de caja
de una sucursal. Entonces estalló la burbuja inmobiliaria y las cosas
comenzaron a complicarse. Y cuando se trata de dinero y se trabaja con
previsiones y ajustando al límite la más mínima complicación crece y crece y
crece hasta qua ya no hay nada que arreglar.
Así el flujo
de préstamos se ralentizó y comenzaron a hacerse públicos los problemas de
muchas entidades. Fue el tiempo de las fusiones y las reestructuraciones, la
CAM, Caixa Galicia, Caixa Nova, los bancos Pastor y Popular y así una larga
lista. Pero no fue suficiente, llegó el momento de rescatar a la banca para evitar
su quiebra, un rescate que se hizo con dinero público, con el suyo y con el mío,
con el de todos los españoles y posteriormente de los europeos. En medio de
todo esto a la banca le crecieron los enanos, los sueldos e indemnizaciones millonarias de sus directivos
salieron a la luz y obligaron a más de uno a sentarse ante un juez. Al mismo
tiempo se destapó una de las estafas económicas más graves y vergonzosas de
nuestra historia, las participaciones preferentes.
Estos “fondos
a perpetuidad” con magníficos intereses mensuales afectan a miles de españoles.
La mayoría gente mayor, otros no, pero quien ha tenido ocasión de hablar con
las victimas sabe que una gran mayoría fueron engañados, que no estaban
capacitados para adquirir un producto tan complejo y que el banco se lo vendió
de una manera diferente. A muchos la persona que les engañó era su vecino, su
consejero del banco “de toda la vida” que incluso les llamó a casa para
ofrecerles el producto. Muchas de sus historias dejan helado. Hay quien ha vivido
toda su vida emigrado, trabajando para que su familia tenga una vida mejor y
que ahora llora pensando que ni siquiera sus nietos podrán disfrutar de ese
dinero que tanto sacrificio les costó ganar. Otros aprovecharon una época de
bonanza para invertir en un producto que parecía un “chollo”, ahora con la
acuciante cifra de paro necesitan recuperar sus fondos para dar de comer a sus
hijos. Pero no pueden, están bloqueados. La impotencia es la tónica general
entre este colectivo que ha sido, también, completamente abandonado por un gobierno
que no ha tenido el valor de salir al paso y obligar a la banca a devolver
íntegros estos fondos. Seguramente porque sería imposible.
En
consecuencia, el estatus del banquero ha
disminuido, sus sueldos también y dicen que Julio Fernández Gayoso, expresidente
de Novagalicia no puede salir a la calle sin que lo abucheen. La percepción
general es que los banqueros son todos unos corruptos. Y noticias como la de
hoy de la dimisión de Alfredo Sáenz, consejero delegado del banco Santander, no
hacen más que corroborarlo. Eso si, por lo menos dimiten, aunque con sus
indemnizaciones seguro que el mismísimo Rajoy estaría dispuesto a echarse a un
lado. Quizá sea el momento de abrir los ojos y aprender a tratarlos de tu a tu,
a exigirles, a revisar bien lo que firmamos, a no dejarnos avasallar y, ante la
más mínima duda, asesorarnos en asociaciones como Adicae. Que anuncios como el de Bankia no nos hagan olvidar.¿No nos cambiamos de
compañía telefónica cuando sus condiciones no nos convencen? ¿Por qué no hacer
lo mismo con la banca?.